Por Jeniffer Rosa López

Leí sobre el Hotel du Couvent (la nueva joya de la corona de Marriott Bonvoy) hace exactamente un año mientras vacacionaba en Marsella. Me impactaron tanto las imágenes de su apertura —a manos de Yolanda Edwards y Laila Gohar, referencias genuinas en materia de diseño— que tomé una decisión sin precedentes: un desvío. Sí, convencí a mi marido de cambiar la ruta, y lo que pudo costarme un divorcio, por fortuna, se convirtió en uno de nuestros mejores viajes.

El riesgo fue medido. Ya sabía que las firmas arquitectónicas Studio Mumbai y Studio Méditerranée estuvieron a cargo de la remodelación y restauración de este antiguo convento, un proyecto de Valéry Grégo y su firma Perseus, que tomó diez años en completarse. Diez años. Si eso no es una historia de amor y devoción, no sabemos cómo llamarlo. El interiorismo fue obra de Festen Architecture, encabezada por Charlotte de Tonac y Hugo Sauzay. No es coincidencia que también estén detrás de dos de mis hoteles favoritos: Les Roches Rouges, en la Riviera, y Château Voltaire, en París.

Dicho esto, no había nada más que pensar. Así que este verano decidimos repetir la hazaña, esta vez acompañados de nuestro cachorro, Winston Teodoro. Le dedicaríamos a Niza una semana entera, sin paradas innecesarias. Les adelanto el final: valió la pena.

Para describir el Hotel du Couvent, debemos empezar por el principio de su historia. Se trata, en efecto, de un convento de monjas clarisas que data de 1604 y cuya ubicación privilegiada, en la cúspide de la parte antigua de Niza, ofrece a los huéspedes las mejores vistas de la ciudad.

Como era de esperarse, este exquisito espacio atemporal —über fotogénico— alberga un huerto mágico de 2.5 acres, un jardín escalonado con cerca de 300 especies de plantas (incluyendo olivos y albaricoques) y luminosas terrazas perfumadas por arbustos de limón. Es, literalmente, una invitación absoluta a la desconexión, el descanso y la serenidad.

Aunque está cerca del mar y de los mercados típicos de la región, es uno de esos lugares escondidos, alejados del bullicio, del que no querrás irte… y que fue creado precisamente para que ni siquiera lo intentes.

El Hotel du Couvent es una estructura de piedra y cal, en tonos neutros y amarillos tenues, que juega constantemente con la luz natural y se funde armoniosamente con los amaneceres y atardeceres característicos de la Riviera Francesa.

En cuanto al mobiliario y la curaduría de antigüedades, es evidente que nada fue dejado al azar. Encontrarás mucha madera, mucho mármol, y en sus 88 habitaciones te arroparán suaves linos por las noches —en resumidas cuentas, un paraíso para los amantes del diseño. Además, disfrutarás de productos de baño de lujo creados en exclusiva por La Bottega, una infinidad de libros y, si te apetece, refrescantes botellas de vinos naturales.

Y es que la atención al detalle es su pièce de résistance.

Por ejemplo, tendrás un mayordomo a tu entera disposición para todo lo que necesites. Nada se les escapa. Te advertimos: prepárate para probar las adictivas madeleines de limón, recién horneadas en su propia boulangerie.

Pero que no cunda el pánico: ofrecen clases de yoga y pilates complementarias para quemar esas deliciosas calorías, si así lo deseas. La hora del té no volverá a ser la misma después de visitar su botánica. Los restaurantes sirven productos frescos, locales y delicias de temporada.

Con solo pensar en un masaje tras sumergirte en el circuito termal de los Baños Romanos del spa, seguramente cancelarás cualquier plan de compras sin remordimientos.

Y como si todo esto fuera poco, el Hotel du Couvent es kid y pet friendly sin perder su je ne sais quoi.

Al final de tu estancia, sabiendo que te cuesta despedirte y que estás considerando mudarte para siempre, el Hotel du Couvent te entrega un obsequio muy especial. No revelaré la sorpresa… tendrás que descubrirla tú--pero créeme: es casi una experiencia religiosa.